Los hunos invaden Europa en el año 375 seguidos por godos, visigodos y vándalos. Roma se defiende, pero en sólo 35 años es tomada y saqueada dos veces y el inevitable fin llega en el año 476. La Edad Media abarca así, desde el 476, debacle del Imperio Romano de Occidente, centrado en Roma, hasta el año 1453 cuando culmina el Imperio Romano de Oriente, por la caída de Constantinopla en manos de los turcos otomanos.
Siglos V a XV. Si lo perfilásemos desde la sola y exclusiva perspectiva de la Astronomía, se podría encuadrar desde la publicación del Almagesto de Ptolomeo, hasta la muerte de Copérnico, en 1543.
Se inicia una oscura Edad Media, en términos científicos, en Europa.
Es un período que está absolutamente impregnado por el dominio de la teología sobre las demás disciplinas intelectuales.
El concepto de ciencia en la Edad Media habrá de entenderse exclusivamente como una preparación para el aprendizaje de la fe y desde la fe, es decir, acerca de cómo el conocimiento de la naturaleza permitirá al hombre llegar a Dios, emocionarse en su grandeza y venerarlo con mayor intensidad.
Se produce una interiorización de los contenidos científicos precedentes, con un ensalzamiento de los aspectos místicos de las elaboraciones de aquellos pensadores, en una mezcla entre ciencia y creencia, con preponderancia de la última. Una de las razones por las que la Astronomía anterior no había calado es que no hubo conexión entre ella y la vida cotidiana. En cambio la religión va a dar respuestas más útiles.
Se desarrolla una ‘Astronomía interior’ a la que no le interesa si hay acuerdo entre la naturaleza y la idea que tenemos de ella.
Durante este largo periodo el legado de Ptolomeo (astrónomo griego, año 85-165 d.c.), su sistema geocentrista, fue la base, apoyado por la Iglesia, debido esencialmente a que resultaba acorde con las escrituras, en ellas la Tierra y el hombre son el epicentro de la creación divina.
Y en términos semejantes se enmarcan los escritos de Aristóteles sobre cosmología, íntimamente integrados en su filosofía, que , en cuanto a la Astronomía se refiere, por concentrar su teoría del Universo en la comprensión física más que en el cálculo matemático, fué ampliamente adoptada en este período medieval, antes del nacimiento de la ciencia moderna.
La Astronomía griega se transmitió hacia el Este a los sirios, indios y árabes (a los que se referirá en este bloque, dada su importante contribución al resurgir de la Astronomía con vocación de ciencia y conocimiento del mundo) después de la caída del Imperio Romano.
Con esta introducción, de modo paralelo al desarrollo de la Astronomía en Grecia, a continuación se expone el devenir de esta ciencia en el transcurso de este período de oscurantismo, a través de las figuras que hacen posible divisar ciertas ‘luces’, útiles al menos para dar paso a la Edad Moderna astronómica.
La observación de la naturaleza desaparece en el mundo occidental por el impacto de la caída de Roma. Los que sobrevivieron a la catástrofe sintieron que se había producido el colapso de la civilización, que era la consecuencia de un cielo airado. La consiguiente reacción fue en Occidente una readaptación de los esquemas mentales hacia una espiritualidad que enmarca toda la Edad Media.
El concepto de la Tierra carga consigo numerosos temores, acerca de la esfera acuosa y las criaturas que la poblaban. Monstruos marinos de todo tipo, islas que de desvanecían por ser en realidad lomos de ballenas, muertos condenados al infierno que aparecían en las costas tras una tormenta. Algunas leyendas decían que había porciones de tierra habitadas por seres semejantes a la especie humana pero que llevaban una vida mejor, y más libre, organizada con mayor lucidez: las islas Venturosas, el Paraíso Terrenal, la Isla de las Siete Ciudades, la Isla de los Hombres, la Isla de la Mujeres (en referencia al Amazonas). La imaginación geográfica de la Edad Media no sabía hacer distinción entre la imaginación y el hecho empírico.
A partir del siglo V, el trabajo de los griegos resulta desconocido en Occidente. Entre los escasos ejemplos de los tiempos premedievales puede señalarse un texto de San Ambrosio (?-397 d.c.), "Discutir sobre la naturaleza y la forma de la Tierra no nos ayuda en nuestra esperanza de la vida por venir", o de San Agustín (354-430), "Aún más peligrosa la tentación que la de la carne es la enfermedad de la curiosidad, que nos lleva a desentrañar los secretos que no pueden servirnos de nada, y que los hombres buscan solo por el placer de conocerlos".
Es pertinente, no obstante lo señalado, tener en cuenta que la Astronomía en la Edad Media existe, si bien resulta preservada, en las regiones de habla latina occidentales, y claramente debido a la influencia de la iglesia católica, como ya se viene refiriendo, a su dependencia de las festividades del calendario.
Les resulta de gran importancia establecer cuándo ocurrían los equinoccios y solsticios, momentos asociados al nacimiento de Jesucristo y Juan el Bautista. Además, se rigen por el 'calendario juliano' (impuesto en tiempos romanos por Julio César, tras su conversión al cristianismo), base para los rituales cristianos y, aún cuando muchas festividades religiosas podían establecerse en una fecha independiente de los acontecimientos celestes, sin embargo, por ejemplo, el domingo de Pascua resultaba una excepción importante, basada en la Pascua judía, la cual estaba asociada a la Luna llena.
Más aún, otra preocupación de los astrónomos medievales era medir el tiempo para las oraciones monásticas. Además de estar los monjes implicados en un gran número de fiestas y ceremonias a lo largo del mes, siendo importante llevar un control de sus fechas.
Hasta el siglo X no comenzaron a utilizar con habitualidad los relojes de agua, hasta entonces las estrellas eran las guías principales para medir el tiempo por la noche.
Todo este tinte religioso influía en la cosmología, permaneciendo la Tierra en el centro del Universo de acuerdo a las leyes divinas. Los clérigos admiraban las ideas platónicas de un creador divino, junto con su visión geocéntrica.
Martianus Capella (365-440). En sus populares textos escritos en latín, utilizaba alegorías y poemas para describir las siete artes liberales. En su sección astronómica, presentaba un modelo del sistema solar de fuentes griegas, en el que Mercurio y Venus giraban en torno al Sol mientras que la Luna, el Sol, y los demás planetas orbitaban en torno a la Tierra. (Nicolás Copérnico lo citará posteriormente cuando desarrolle su modelo heliocéntrico.)
Mayoritariamente los astrónomos de este tiempo resultan ser clérigos y monjes, consagrados a su religión.
Boecio (Ancio Manlio Torcuato Severino Boecio.480-524), en términos semejantes a Plinio, realizó una compilación de tratados sobre geometría, aritmética, música, y también Astronomía. Comienza a traducir al latín los escritos del período griego clásico y helénico, que hasta entonces se habían utilizado en la lengua original, obras de Platón y de Aristóteles, entre otros, a fin de hacerlas accesibles. Incluye en su Arithmetica un capítulo dedicado específicamente a la Astronomía. Además escribe numerosos comentarios y tratados de divulgación.
En el siglo VI, Constantino de Antioquia (Cosmas Indicopleustes), conocido como “el navegante indio”, es un marino egipcio que vivió en Alejandría. Prueba en su libro, de Cosmas, la existencia de tráfico comercial entre el Imperio Bizantino y la India, Zanzíbar (hoy Tanzania) y Sri Lanka. Son interesantes sus datos datos acerca de la difusión del cristianismo en la India.
Se hizo monje y hacia los años 548 o 550 escribió un libro llamado ‘Topografía cristiana’, plagado de gráficas ilustraciones. La obra, dividida en doce libros, es una descripción de la Tierra realizada partiendo de una interpretación literal de los textos bíblicos.
Dedica pasajes de uno de sus libros a atacar a los que piensan que el mundo es esférico, aportando como apoyo varios pasajes de las Escrituras. Se pregunta a cuál de todas las esferas creadas por los antiguos paganos, habría ascendido cristo después de su resurrección, y a cuál de ellas esperan ir los cristianos después de la muerte.
Cuestiona también cómo es que la pesada y esférica Tierra pudo haber emergido de las aguas al tercer día de la creación o cómo se podría haber hundido en los días del diluvio de Noé. Para este autor es absurdo que el centro del Universo se encuentre en la Tierra, por que es tan pesada que sólo puede permanecer en reposo en la parte más baja de él. La Tierra es plana y tiene forma rectangular, con la misma forma y proporciones que el ‘Arca de la Alianza’ descrita en el Antiguo Testamento. Para su especial cosmología el mundo es rectangular, dos veces más ancho que largo.
Esa Tierra plana está en medio del Universo rodeada de agua por todas partes, pero existe una segunda Tierra donde está el Paraíso. Allí estaba el hombre antes que Noé hubiera llevado a todos los seres vivos a la Tierra actual. El Universo está cercado por grandes paredes verticales y el techo es abovedado, en forma de medio cilindro. El Sol, la Luna y las estrellas son movidos por los ángeles y la Tierra tiene mayor elevación en las direcciones Norte y Oeste, que en las contrarias Sur y Este. Así los astros desaparecen por las montañas más altas. Su pensamiento fue una vuelta atrás a los pensamientos aún anteriores a Tales de Mileto.
Los primeros registros sobre trabajos en materia astronómica en España, se encuentran en la corte visigoda, realizados por manos de Isidoro de Sevilla (560-636), quien se distinguió por su contribución en la conversión de los reyes visigodos al cristianismo. Su conocimiento del griego y del hebreo le granjeó reputación de estudiante capaz y entusiasta, después escritor muy prolífico e infatigable compilador y recopilador. Con su obra mantuvo vivo el pensamiento científico de Occidente.
Historiador, San Isidoro escribió dos Opúsculos: uno sobre 'El Orden de las criaturas', que presenta la jerarquía de los seres desde la Santísima Trinidad pasando por los ángeles y los astros, hasta los diversos estados del hombre, en el tiempo bajo la ley del pecado, y en la vida futura después de la resurrección, y otro sobre 'La naturaleza de las cosas', que resume lo que se sabía en su época, de la computación del tiempo, de Astronomía, sobre variaciones atmosféricas o sobre fenómenos telúricos (esto es 'de la tierra', seismos o terremotos).
Respecto a temas controvertidos como la forma del Universo o de la Tierra, se refería a la opinión de otros que enseñaban alguna teoría, sin comprometerse a afirmar su veracidad. Menciona que el cielo es esférico y que rota alrededor de un eje, teniendo a la Tierra como centro. El Universo es de dimensión espacial limitada y de sólo unos milenios de antigüedad. Dice que la Tierra está circundada de esferas concéntricas que sujetan a los planetas y a las estrellas. Tras la última esfera se encuentra el más allá, el cielo superior. Escribe que además de las tres partes conocidas de la Tierra, que son Asia, Europa y África, hay una cuarta hacia el sur, más allá del océano, que, debido al calor del Sol, no se conoce, pero es probable que esa zona también esté habitada por seres humanos. Hacia el norte hay montañas enormes puestas allí por dios para formar una pantalla detrás de las cuales se pudieran ocultar el Sol y la Luna.
El concepto de la esfericidad de la Tierra suponía una blasfemia para muchos intelectuales religiosos de la época, pero aún para los que la admitían no había posibilidad de asumir públicamente que el otro extremo estuviese habitado.
Beda el Venerable (673-735) nació en el norte de Inglaterra y pasó la mayor parte de su vida en dos monasterios de esa misma región, donde pudo consultar muchos libros, llevados allí desde Roma. Es conocido como escritor y erudito, escribió sobre muchos temas, desde música a religión. Su obra de Natura Rerum, basada en la obra homónima de Isidoro de Sevilla y en la Historia Natural de Plinio, avance con respecto a Isidoro, indican los conocimientos latinos de los sabios de esa época, antes de que se realizaran las traducciones de los griegos y los árabes.
El Universo de Beda se ordena en causas y efectos identificables. El cielo es esférico, la Tierra esférica y estática, dividida en cinco zonas de las que sólo las dos templadas son habitables y sólo de hecho el hemisferio norte. Alrededor de la Tierra se encuentran siete cielos: el aire, el éter, el Olimpo, el espacio ígneo, el firmamento con los cuerpos celestes, el cielo de los ángeles y el cielo de la Trinidad. Las aguas del firmamento separan la creación material de la espiritual. El mundo material o corpóreo está formado por los elementos tierra, fuego, aire, según la tradición griega. Estos cuatro elementos, junto con la luz y el alma de los hombres, fueron creados de la nada por Dios, y los demás fenómenos del mundo material son combinaciones.
Beda, afirma que el firmamento de las estrellas fijas gira alrededor de la Tierra, y que dentro de ese firmamento los planetas giran en un sistema de epiciclos.
A su favor se ha de señalar que interpreta de forma correcta las mareas oceánicas, pues ve que éstas siguen las fases de la Luna y que se deben a la atracción de ésta sobre las aguas del océano. Enuncia el principio según el cual las mareas se retrasan con respecto a la Luna, a intervalos concretos, que pueden ser diferentes en distintos puntos de la misma costa, según su posición geográfica.
Mientras en Occidente reiteradamente se ha señalado como época oscura, en el mundo oriental, surge un notable desarrollo de la ciencia, a partir del siglo VII.
En efecto, y por fortuna para la ciencia, mientras Europa se deslizaba hacia su larga noche, los eruditos islámicos y bizantinos disfrutarán de su propio renacimiento, preservando e incluso mejorando la Astronomía clásica y sus ciencias afines como las matemáticas y la geometría.
De los asedios ocasionados al imperio bizantino, destaca la conquista de las provincias sirias, egipcias y norteafricanas por los ejércitos del Islam. Los musulmanes creen que dios habló a través de Mahoma y que su libro sagrado, el Corán, es la palabra de dios expresada a Mahoma, que nació en La Meca, alrededor del año 570 d.c, tiempo en que La Meca era el principal centro comercial de Arabia occidental y un importante centro de peregrinación, dedicado al culto de la Kaaba. El mensaje de Mahoma instaba a dejar de adorar ídolos y a someterse a la voluntad de Alá, lo que provocó la hostilidad y posterior persecución de la aristocracia de mercaderes de La Meca.
La Era Islámica y el calendario musulmán comienza en 622 d.c. cuando Mahoma se traslada desde la Meca hasta Medina.
Durante el siglo VII, el Islam se propaga de forma rápida por las costas orientales del Mediterráneo, España, el Norte de África.
Los caudillos musulmanes ordenan quemar los libros de la Biblioteca de Alejandría, tomada en 642, pero ello no impide que la Escuela de Alejandría imponga su influencia en la cultura árabe, como hizo en la grecorromana o la bizantina.
En las principales ciudades del mundo árabe, Bagdad o Damasco, se establecen focos culturales. Del año 750 al 1000 se establecen centros de observación astronómica. A principios del siglo VIII el poder de los árabes alcanza su punto álgido, con un foco principal de desarrollo científico en que se convierte la península Ibérica, sometida a los musulmanes en el 713.
Para los musulmanes la ciencia más noble y bella era la Astronomía. El Corán invita a contemplar el poder de dios a través de la organización del Universo. Las observaciones astronómicas tienen fines religiosos en ocasiones y en otros astrológicas. Para orientarse hacia la Meca para sus oraciones es necesario conocer la Astronomía.
También es fundamental estudiar los movimientos de la Luna, ya que el calendario mahometano es de tipo lunar, lo que impone restricciones a la hora de mantener las fechas correctas de las fiestas y los ayunos.
La India ejerció una poderosa influencia en el avance de la Astronomía.
Cuando los grandes focos del saber árabe en Asia empiezan a caer, el conocimiento se desplaza hasta Al-Ándalus, donde destacan pensadores como Averroes o Malsama ben Ahmad Al-Majriti, a quién debemos la famosa Escuela de Astronomía y Matemáticas de Córdoba, que, junto con la de Toledo fue, y resulta ser en España, un referente en Astronomía.
De hecho, allí se diseña el mapa celeste más preciso hasta la fecha, lo que posiciona a la actual España a la cabeza de la Astronomía mundial.
Tanto es así, que no sólo el saber científico árabe, sino, efectivamente, el alodio de la Astronomía griega llega, principalmente en los siglos X a XV, de la mano de los árabes. Tradujeron la gran obra de Ptolomeo, el Almagesto.
A muchas de las principales estrellas de las constelaciones les dieron nombres especiales que aún hoy se conservan. Muchos de los nombres babilónicos o persas de las estrellas habían sido tomados y traducidos a su lengua por los griegos. Los árabes los hacen suyos después, y llegan así a los sabios alfonsíes que los acuñan en castellano. Confeccionaron diversos catálogos de estrellas en los siglos IX y X y tablas del movimiento planetario. Mención merecen los que fueren los astrónomos árabes o persas más importantes. Al Batani (Albategnius, aprox. 858 a 929) y Al Sufi (903-986).
A finales del siglo IX, el astrónomo persa Al-Farghani escribió ampliamente acerca del movimiento de los cuerpos celestes. Su trabajo fue traducido al latín en el siglo XII.
Al final del siglo X, un gran observatorio fue construido cerca de Teherán, Irán, por el astrónomo persa Al-Khujandi, que observó una serie de pasos meridianos del Sol, lo que le permitió calcular la oblicuidad de la eclíptica.
También en Persia, Omar Khayyam (1048-1131), astrónomo, matemático y poeta. A él se debe el que la incógnita de las ecuaciones se llame x: él la llamaba shay ('cosa' en árabe). El término pasó a xay en castellano, y de ahí quedó sólo la inicial x.
Realizó relevantes investigaciones en Astronomía, la compilación de tablas astronómicas y particularmente, la corrección del antiguo 'calendario Zaratustrano', que los persas habían conservado debido a su exactitud, a pesar de que la cultura islámica imponía a todas las naciones conquistadas su calendario lunar. Sus investigaciones le permiten calcular el error del calendario persa, que tenía un año de 365 días exactos. Para el nuevo calendario Khayyam calculó la duración del año con una excelente exactitud. Su error es de un día en 3770 años, menor que el del 'calendario gregoriano' que se usará en Europa a partir del 15 de octubre de 1582. No pudo terminar las tablas astronómicas, elaboró la reforma del calendario haciéndolo más preciso que el juliano y acercándose al gregoriano.
El príncipe tártaro Ulugbeg (1394-1449), que mandó construir en Samarcanda un observatorio de dimensiones gigantescas.
Cronológicamente entre los anteriores se encuentra el astrónomo Azarquiel, máximo exponente de la escuela astronómica de Toledo del siglo XI (sección de la ‘Escuela de traductores de Toledo’, que en historiografía designa los procesos de traducción e interpretación de textos clásicos alejandrinos, que, vertidos del árabe o del hebreo, pasan a la lengua latina sirviéndose del romance castellano, es decir del español, como lengua intermedia). Responsable de las ‘Tablas Toledanas’, en 1080, que influyeron notablemente en Europa, se utilizaron durante más de un siglo para establecer el movimiento de los planetas. En 1085, año de la conquista de la ciudad de Toledo por el rey Alfonso VI, el movimiento de traducción del árabe al latín recibe un impulso que despierta el interés en toda Europa, entre otras ramas del saber, por la Astronomía.
Alfonso X el Sabio (1221-1284), en Toledo, punto de encuentro de árabes, judíos y cristianos, hizo confeccionar a los astrónomos las llamadas ‘Tablas Alfonsíes’, bajo su patrocinio, de la traducción del Almagesto, entre otras obras, que sustituyeron las de Azarquiel en los centros científicos europeos. Son tablas estelares que contienen las posiciones exactas de los cuerpos espaciales sobre Toledo desde el 1 de enero del 1252, fecha de su coronación, y determinan el movimiento de los respectivos cuerpos celestes sobre la eclíptica. Se pretendía con ellas calcular la posición del Sol, la Luna y los planetas de acuerdo con el sistema de Ptolomeo. Se extendieron rápidamente por Europa, no contienen ideas nuevas, pero sí una cantidad de datos numéricos sobre observaciones astronómicas.
Alfonso X publica también los 'Libros del Saber de Astronomía', que siguen las enseñanzas de Ptolomeo, enciclopedia muy voluminosa que compila los conocimientos astronómicos de la época y en la que aparece un diagrama especial que representa la órbita de Mercurio como una elipse alrededor de la Tierra. Parece que fue la primera vez que se representa el movimiento con la ayuda de una curva que no fuera un círculo.
La obra se divide en tres partes: La primera 'Los cuatro libros de las estrellas', que es un catálogo de estrellas, 'los Libros alfonsíes', que se refiere a la construcción y uso de instrumentos astronómicos. Y 'El libro de la Taulas alfonsíes', un estudio del calendario y un tratado de Astronomía.
Enlazado Oriente y Occidente en términos astronómicos de esta forma, alrededor del s.XIII, dándole continuidad a la Historia…
…Al modelo de las esferas geocéntricas de Aristóteles le fue incorporada una esfera adicional situada más allá de la esfera de las estrellas fijas, el ‘primun mobile’, como origen de todos los movimientos del Universo y el impulso motor que pone en marcha todas las demás esferas. Algún autor coloca más allá una esfera más, el ‘empireo inmobile’, morada de los santos y de la divinidad.
Filósofos y astrónomos cristianos dudaron qué sistema cosmológico elegir, el físico de Aristóteles o el matemático de Ptolomeo. Es aceptado el de Ptolomeo en el siglo XIII por representar un artificio geométrico que explicaba convenientemente lo observable y hacerlo de forma más precisa.
Aunque presentaba dos problemas graves:
El primero era que el sistema de los epiciclos y deferentes entraba en contradicción con el sistema Aristotélico, por el que todo movimiento circular exige un centro sólido y fijo alrededor del cual girar.
Y otro era el tema de la precesión. Ptolomeo requería que la esfera de las estrellas estuviera animada por dos movimientos diferentes al mismo tiempo, algo no permitido por el sistema de Aristóteles, quien decía que dos atributos contradictorios no pueden pertenecer a la misma sustancia a la vez.
Hubo autores que intentaron conciliarlos, pero es el sistema ptolemaico el que triunfa en Europa a finales Edad Media.
Roger Bacon (1214-1294). Filósofo ingles, estudió en Oxford y en París. Fraile franciscano, se trasladó a Francia en 1241, que en ese entonces era el centro de la vida intelectual de Europa y donde la enseñanza de Aristóteles, se había reiniciado, dado que había estado prohibida porque era solo accesible a través de los comentaristas árabes.
Aficionado a la Física y la alquimia, fue defensor de la experimentación, describió la Brújula, tomó de los árabes la fórmula de la pólvora de cañón, captó los errores del calendario juliano y lo reformó, indicó en óptica las leyes de reflexión y los fenómenos de refracción, comprendió el funcionamiento de los espejos esféricos, ideó una teoría explicativa del arco iris, fue botánico, filósofo, astrónomo, teólogo, escribió sobre el telescopio, la locomotora, las escafandras y la máquina de vapor, fue un experimentador consumado, en su 'República Fidelium' se encuentran las primeras descripciones de las posibilidades que la ciencia de la naturaleza ofrecen al hombre, fue el primero en reconocer el espectro visible en un vaso de agua (siglos antes de que Isaac Newton descubriera que las lentes podían separar y volver a formar la luz blanca).
Sus ideas sobre el Universo son las de Ptolomeo, pero señala los puntos débiles de su sistema. Bacon dice que la Tierra es un punto insignificante en el vasto Universo.
Basándose en el astrónomo árabe Al-Farghani, afirma que incluso la estrella más pequeña es mayor que la Tierra, y relaciona su tamaño con su magnitud. Una estrella de magnitud 6 es 18 veces más grande, en volumen, que la Tierra, y una de primera magnitud tendría un volumen 107 veces mayor.
Estaba convencido de que el saber podía resolver los problemas que se presentan a la mente humana, incluso lo sobrenatural. Para él la experiencia se divide en externa, por los sentidos, e interna, por la iluminación divina, la fuente del saber está en la experiencia y no en la autoridad.
La defensa de sus opiniones le trajo graves problemas. Bacon fue trasladado a un monasterio en Francia, donde cerca de 10 años sólo pudo comunicarse con sus colegas mediante escritos.
El germen para la apertura científica comenzaba, cabe ser señalado, como un camino de transición al Renacimiento. Para los sabios religiosos del siglo XIV, era difícil aceptar la persistencia del movimiento de los cuerpos, a falta de una fuerza impulsora continua.
Dos pensadores centraron su hipótesis en la rotación de la Tierra sobre su eje, en contrapartida con la rotación de la esfera de estrellas fijas:
Jean Buridan (1300-1358). Afirma que por la observación directa de los cielos no puede saberse si son éstos o la Tierra los que se mueven. No obstante rechaza el movimiento de la Tierra, ya que al lanzar una piedra verticalmente caen en el mismo lugar. Si la Tierra girase, eso sería imposible y ante la objeción que el aire puede ser arrastrado concluye que el ímpetu/ímpetus de la piedra debe resistir la tracción lateral.
Considera además que debido a los cambios en la superficie del globo terrestre, el centro de gravedad de la Tierra cambia de lugar continuamente y por lo tanto ese centro sólo puede coincidir con el del Universo si la Tierra misma es capaz de moverse.
El ímpetus es concebido como una causa o poder poseído por el cuerpo sólo en razón de estar en movimiento, sin relación alguna con su naturaleza, su forma o su estatus ontológico.
Las características de la ‘teoría del ímpetus’ son:
Los cuerpos celestes pueden recibir un ímpetus y su movimiento perpetuo obedece al ímpetus impreso en ellos por dios en principio, no se destruye ni reduce con el paso del tiempo pues no hay inclinación natural hacia otros movimientos, ni resistencia que se oponga a él.
Y el segundo es Nicolás de Oresme (1323-11 de julio de 1382). Discípulo de Buridan, obispo de Lisieux (Francia). Estudió teología en la Universidad de París. Tesorero de la misma Universidad y capellán del rey Carlos V, de quien fue asesor económico. Se le considera el precursor de la Geometría cartesiana, por utilizar coordenadas para representar funciones. Fue el primero en utilizar exponentes fraccionables y en trabajar series infinitas.
Escribió sobre la luz, su naturaleza, reflexión y velocidad. La idea de la rotación terrestre tenía la ventaja de la sencillez. Si la Tierra rota, los movimientos celestes aparentes, tendrían lugar en el mismo sentido de oriente a occidente y los cielos gozarían de un estado más noble de reposo. Al mismo tiempo con este sistema se podría prescindir de la novena esfera.
Luego de discutir y analizar la cosmología geocéntrica precedente, Oresme concluye afirmando que ha creado todos los argumentos “para estimular, excitar y mover los corazones de los jóvenes de fina y noble inteligencia y con deseos de saber, de manera que estudien para contradecirme y corregirme, por amor y afición a la verdad”. Utiliza la razón para someter y confundir a la misma razón y la condiciona a la revelación de las Sagradas Escrituras. Su conclusión última es que el Universo aceptable es el de Aristóteles y Ptolomeo.
Hasta el siglo XV no comienza una nueva fase determinable como tal. Johannes Müller (1436-76) destacó por reunir nuevas mediciones y observaciones. En 1474 publicó en Nuremberg sus tablas planetarias. Comienzan, poco a poco, las dudas en torno al sistema ptolemaico.
También Leonardo da Vinci se cuestionaba los presupuestos básicos de la posición central, junto con la inmovilidad de la Tierra.
El último gran filósofo de la Edad Media, Nicolás de Cusa (1401-1464), fue el que rechazó la concepción cosmológica medieval, y a él se atribuye el haber afirmado la infinitud del Universo.
Afirma en 1464 que la Tierra no podía hallarse en reposo y que el universo no podía concebirse como finito. Pare él, el mundo, sería como un símil matemático para expresar la omnipotencia e infinitud de Dios, comenzando de esta manera a resquebrajarse el sistema imperante hasta ese momento.
Su concepción del mundo no se basa en la crítica de las teorías astronómicas o cosmológicas, en su propio pensamiento no conduce a una revolución de la ciencia. Lo que parece expresar es la falta de precisión y estabilidad del mundo creado.
Las estrellas no están exactamente en los polos o en el ecuador de la esfera celeste. No hay un eje fijo y constante; la octava esfera y las otras, llevan a cabo sus revoluciones en torno a ejes que cambian continuamente sus posiciones. Estas esferas no son exactas, matemáticas, sino como esferoides, por lo tanto no poseen un centro en el sentido preciso del término. Por ello ni la Tierra, ni otra cosa, puede ponerse en el centro que no existe y por consiguiente nada en el mundo puede estar absolutamente en reposo.
Cree en la existencia de las esferas celestes y en su movimiento, siendo el de las estrellas fijas el más rápido de todos, así como la existencia de una región central en el Universo, en torno a la cual se mueve como un todo, confiriendo ese movimiento a todas sus partes. No asigna un movimiento de rotación a los planetas, ni a la Tierra. No afirma la perfecta uniformidad del espacio, niega la posibilidad del tratamiento matemático de la naturaleza.
Un aspecto importante históricamente de la cosmología de Nicolás de Cusa, es el rechazo a una estructura jerárquica del Universo, en particular su negación de la despreciable posición asignada a la Tierra por la cosmología tradicional.
Paolo del Pozzo Toscanelli (1397-10 de mayo de 1482). Fue matemático, astrónomo y cosmógrafo. Estudió matemáticos en la Universidad de Padua y se graduó en 1424 como Doctor en Medicina. Allí trabó amistad con el Nicolás de Cusa.
Diseñó el ‘gnomon’, instrumento con el que se podían obtener datos exactos sobre el curso del Sol, con el que pretendía realizar una serie completa de nuevas observaciones astronómicas, incluyendo la inclinación de la eclíptica. Se planteó preguntas propias de la vanguardia de los científicos de su época: la relación exacta entre la Tierra y el Sol, sobre la presentación de los movimientos del Sol cuando se medían con exactitud matemática o cuál era con precisión el funcionamiento del sistema solar.
Son las preguntas que sólo medio siglo después habrían de provocar una revisión total del sistema del Universo, con la teoría copernicana de un cosmos cuyo centro era el Sol.
La crítica que realizaron los escolásticos al sistema aristotélico tienen de esta forma sus mayores exponentes en estos dos representantes, durante el siglo XIV. Los siglos durante los que perduró la escolástica son aquellos en que la tradición de la ciencia y la filosofía antigua fue reconstruida, asimilada y puesta a prueba, a medida que iban siendo descubiertos nuevos puntos débiles, se convertían en focos de revisión.
En Astronomía, hasta mediados del siglo XV los europeos no produjeron una obra capaz de rivalizar con la obra de Ptolomeo.
Para los europeos ahora la Astronomía planetaria es un campo casi nuevo, elaborado en un clima intelectual y social muy distinto de aquél en que, hasta entonces, se había enmarcado.
Para darle cierre a esta época, sirva plantear una reflexión. por oportuna quizá más en esta que en otras edades. En efecto, puede servir como ejemplo del carácter humano, carácter que ilumina todo el trabajo científico. Todos tendemos a negar la importancia de hechos u observaciones que no estén de acuerdo con nuestras convicciones e ideas preconcebidas, tanto es así que, a veces, decidimos ignorarlas y aferrarnos a una creencia interna, individual, aunque resulten evidentes.
Y es cierto que, ni la teoría científica más general y moderna, puede intentar seriamente explicar todos los detalles de un caso específico. No obstante las cuestiones sobre lo que somos habrán de seguir abiertas.
Hacia fines del primer milenio, la situación comienza a cambiar en Europa, es el inicio de un período de paz, nuevos inventos multiplican la productividad agrícola, el comercio se activa y las ciudades adquieren nueva vida. La manifestación en el plano intelectual es el surgir de inquietudes humanas, se fundan universidades en Bolonia, Oxford y París, donde se estudia a los griegos, recuérdese filtrados a través de España.
Nombres en arte comienzan a destacar, Cimabue y el Giotto revolucionan la pintura, preparando el terreno para Leonardo da Vinci o Miguel Ángel. Y los viajes de Marco Polo señalan la existencia de horizontes insospechados que despiertan la imaginación aletargada, permitiendo divisar la nueva era, era de exploración que se avecina, que tendrá su punto de inflexión con Cristóbal Colón.
El hombre vuelve a mirar y descubrir la Tierra.
La Astronomía participa de este cambio e inquietud, si bien para obtener grandes logros habrá de esperar otros cien años. La razón es palmaria, un milenio después de su muerte, Ptolomeo sigue siendo el concepto y el que señala el camino.
Por ejemplo, hacia fines del siglo XV Girolamo Fracastoro construye un sistema de hasta 79 esferas para explicar el comportamiento de los planetas.
También en este siglo XV, Abraham Zacuto fue el responsable de adaptar las teorías astronómicas conocidas hasta el momento para aplicarlas a la navegación de la marina portuguesa. Ésta aplicación permitió a Portugal ser el pico en el mundo de los descubrimientos de nuevas tierras fuera de Europa.
Durante el siglo XV hay un crecimiento acelerado del comercio entre las naciones mediterráneas, lo que lleva a la exploración de nuevas rutas comerciales hacia Oriente y a Occidente, estas últimas son las que permitieron el descubrimiento de América, emblema de los descubrimientos de la nueva era.
Este crecimiento en las necesidades de navegación impulsó el desarrollo de sistemas de orientación y navegación y con ello el estudio a fondo de materias como la Astronomía, y junto a ella, de la geografía, cartografía, meteorología, y la tecnología para la creación de nuevos instrumentos de medición como compases y relojes.
Johannes Gutenberg (hacia 1398-1468), herrero alemán, inventa la imprenta de tipos móviles, hacia 1450, que marca también un antes y un después en cualquier ciencia o arte gráfico, por la rapidez y de ello la facilidad de recojer y así claramente difundir cualquier escrito.