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   "Los egipcios fueron los primeros

de todos los hombres que

descubrieron el año y decían que esto

lo hallaron a partir de los astros".


- Heródoto -

  


EGIPTO 


Ubicación

 

En el nordeste de África, el Antiguo Egipto fue una deslumbrante civilización surgida de la agrupación de los asentamientos situados en las riberas del caucemedio y bajo del río Nilo. 

 

Su territorio llegó a abarcar, en distintos periodos, el desierto oriental y la línea costera del mar Rojo, la península del Sinaí y un gran territorio occidental.

 

La civilización egipcia se desarrolló durante más de 3.000 años. Comenzó, hace 5 mil años, con la unificación de ciudades del valle del Nilo, en el 3.150 a.c., y se da por terminada cuando el Imperio romano conquista y absorbe el Egipto ptolemaico, desapareciendo como Estado, en el 31 a.c.

 

Este acontecimiento condujo a una transformación gradual en la vida del valle del Nilo, marcando el final del desarrollo independiente de su cultura, que había comenzado a diluirse tras las conquistas de los reyes de Babilonia y Macedonia (s.VI a.c. y s.IV a.c.), desapareciendo su religión con Justiniano I y la imposición del cristianismo en el año 535 de nuestra era.

 

El Nilo fue la clave para el éxito de la civilización egipcia, porque permitía el aprovechamiento de los recursos y ofrecía una significativa ventaja sobre otros pueblos cual era el légamo fértil depositado a lo largo de los bancos del río tras las inundaciones anuales, que les permite practicar una forma de agricultura menos laboriosa que en otras zonas, liberando a la población y otorgándoles de este modo la oportunidad para dedicar más tiempo y recursos al desarrollo cultural, tecnológico y artístico.  

 

Construyeron monumentales pirámides, momificaron los cuerpos de sus reyes, crearon un método de escritura y desarrollaron notablemente la Astronomía, la geometría y la matemática.


 

Astronomía:

 

‘Antes de los faraones... antes de los regalos del Nilo... antes incluso del propio tiempo, sólo había agua, un océano eterno e interminable, y el todopoderoso dios Amón. Amón decidió crear el mundo. Primero creó a un dios menor, para que actuara en su nombre. Este dios menor formó el mundo en su mente, luego expresó esos pensamientos con su voz y el mundo nació’. 


Esta antigua historia egipcia de la creación era un intento de explicar el orden del Universo: los ciclos de la vida y la muerte, la inundación anual del Nilo, la sucesión de los reyes divinos y la marcha de las estrellas por el cielo nocturno. Cada amanecer era un momento de creación exactamente igual que el primero.

 

Tuvieron gran interés por comprender los fenómenos que rodeaban su cotidianeidad, especialmente los que referían al cielo (movimiento de los planetas, fases de la Luna, sucesión del día y la noche…). Pero para los egipcios la religión era básica, lo que hizo que las explicaciones a los fenómenos que les rodean estuviesen ligados a ella.

 

Eran muy supersticiosos, algunos de sus dioses tenían forma humana, pero otros eran antropozoomorfos (Horus con cabeza de halcón y cuerpo de hombre, era el dios de los cielos, el Sol naciente, los espacios vacíos, dios de los faraones y del Sol poniente).

 

Los egipcios efectivamente tenían una muy desarrollada teología basada en el cielo, en cambio sus conocimientos astronómicos eran limitados, en parte dado su escaso desarrollo matemático.

 


Manifestaciones: 


No ha llegado mucho material escrito, es quizá su iconografía el aporte más destacado en esta materia: las primeras representaciones de la bóveda celeste más fidedignas, como los ‘techos astronómicos’ de algunas tumbas tebanas, Senmut, Seti I o Ramsés VI, ‘relojes’, ‘calendarios diagonales’ o representaciones mitológicas que son constelaciones hoy perfectamente reconocibles como la Osa Mayor o la Osa Menor. 

 

No resulta baladí, sin embargo, los conocimientos astronómicos alcanzados, puesto que les permiten, por ejemplo, orientar los templos y pirámides. Se construyeron pirámides como la de Gizeh, alineada con la estrella polar, con la que les era posible determinar el inicio de las estaciones usando la posición de la sombra de la pirámide. También utilizaron las estrellas para guiar la navegación, diseñando una cartografía más precisa.

 

Pero es sin duda el legado de la Astronomía egipcia, puesto que llega hasta nuestros días, el ‘calendario’. La metódica observación del movimiento estelar y planetario permitió a los egipcios la elaboración de dos calendarios (uno lunar y otro civil).

 

El calendario Juliano y, después, el Gregoriano – el que usamos actualmente -, no son sino modificación del calendario civil egipcio.

 

Los egipcios observaron que las estrellas realizan un giro completo en poco más de 365 días. Este ciclo del Sol concuerda con el de las estaciones, y, ya antes del 2.500 a.c. los egipcios comenzaron a usar un un calendario basado en ese ciclo, por lo que cabe suponer que utilizaban la observación astronómica de manera sistemática desde el cuarto milenio.

 

El ‘año civil’ egipcio tenía 12 meses de 30 días, más 5 días llamados ‘epagómenos’. La diferencia, pues, era de ¼ de día respecto al año solar.

 

No utilizaban años bisiestos: 120 años después se adelantaba un mes, de tal forma que 1456 años después el año civil y el astronómico volvían a coincidir de nuevo.

 

El Nilo empezaba su crecida más o menos en el momento en que la estrella Sothis, que es nominada hoy en día como Sirio, tras haber sido mucho tiempo invisible bajo el horizonte, podía verse de nuevo poco antes de salir el Sol. 


La apertura del año egipcio ocurría el primer día del primer mes de la Inundación, aproximadamente cuando Sirio comenzaba a observarse.

 

Los egipcios desarrollaron tres grandes instrumentos que utilizaban en la observación astronómica: el reloj de Sol, el Clepsidra (reloj de agua) y el Merkhet, una especie de astrolabio para determinar las posiciones de las estrellas en el cielo.

 

De esta    forma  y  teniendo en cuenta la inundación del NIlo, el calendario egipcio contemplaba tres divisiones, estaciones, de cuatro meses de duración cada una, estas son:


  • Inundación: Akhet. ierno: Peret, que quiere decir, "salida" de las tierras fuera del agua. 
  • Verano: Shemu, que quiere decir: "falta de agua". 
  • Invierno o Peret, es decir, "salida" de las tierras fuera del agua.

 

La mayor cantidad de información astronómica de Egipto, proviene de unos papiros de finales de su Imperio, llamados Carlsberg (144 d.c.), en los que se recoge un método para determinar las fases de la Luna, procedente de fuentes antiguas.

 

También establecen un ciclo de 309 lunaciones por cada 25 años egipcios, de tal forma que estos 9.125 días se disponen en grupos de meses lunares de 29 y 30 días.

 

El conocimiento de este ciclo permite a los sacerdotes egipcios situar en el calendario civil las fiestas móviles lunares.



 





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